Corvo, la más pequeña de las islas del archipiélago de las Azores es uno de esos rincones donde apetece perderse y olvidarse de la civilización. Junto a la isla de Flores son las islas más occidentales de las Azores, y por tanto el último punto de Europa por el oeste.
Declarada por la UNESCO Reserva Mundial de la Biosfera su superficie es de apenas 17,1 kilómetros cuadrados, 6,24 km de largo y 4 km de ancho. El paisaje árido -con escasos árboles, salvo cedros, laurel y enebros- y desde su descubrimiento fue empleada como tierra de cultivo y pasto para la ganadería, lo que supuso la casi desaparición de la laurisilva endémica.
HISTORIA
Fue el navegador portugués Diogo de Teive, quién en su expedición de 1452 atisbó tanto Corvo como Flores, nombrando a la primera Insula Corvi Marini. Este nombre que encontramos en referencias de mapas genoveses hacía referencia a la presencia de cuervos, o quizá cormoranes, aunque otros historiadores creen que confundían erroneamente el nombre con el de otra isla. En tiempos del célebre infante Enrique el Navegante, que abre el periodo de inicio de la era de los descubrimientos en Portugal, fue denominada isla de Santa Iria, o «Islote de las Flores» como isla menor, y «Isla del Marco», indicando el monte del Caldeirão como referencia geográfica a los marineros. Sea como fuere el nombre perduró y Corvo (Cuervos en español) ha quedado como nombre, el apodo de isla negra.
A mediados del siglo XVI se enviaron esclavos de Cabo Verde para los trabajos en la agricultura y ganadería, a cargo de colones de la isla de Flores. En el último tercio de ese mismo siglo Corvo sufrió ataques de corsarios ingleses (1587) y en 1632 varias tentativas de piratas piratas que la población local pudo frenar. En otras ocasiones los corsarios eran bien recibidos, intercambiando protección a cambio de víveres, razón por la que era habitual que llegasen a Corvo.
Fruto de las crisis de los ciclos económicos en los que se basaba el comercio de las Azores, y al igual que pasó en el resto de las isla Azores en el siglo XIX se produjo una importante emigración hacia Estados Unidos, Canadá, y en menor medida Brasil. A ello contribuyó el reclutamiento de balleneros para trabajar en América. Curiosamente la riqueza generada por esos trabajos, revirtió en las familias que se habían quedado en Corvo, que manejaban más dolares que escudos. La electricidad no fue una realidad hasta 1964, y las necesidades de servicios básicos fueron razón para abandonar la isla.
Corvo fue y sigue siendo la isla dentro de las islas, y pese a la construcción del aeropuerto en 1972 y los ferries que la conectan con Flores, la isla es sumamente tranquila. Eso sí, ya no está tan incomunicada porque es la única de las Azores que cuenta con acceso WIFI a internet gratis.
QUÉ VER Y HACER EN CORVO
El único volcán de la isla está a diferencia de otros en el resto de islas, «dormido» desde su última actividad hace unos dos millones de años. Rodeada de imponentes acantilados, sus miradores nos permiten ver ese perfil abrupto donde se pasa del verde de los pastos al negro de las rocas, y más abajo al azul del mar.
Los habitantes de Corvo apenas llegan a los 500, y se muestran cercanos con los viajeros. Para ellos conocer gente que viene de todo el mundo es una forma de viajar. Aquí todo el mundo se conoce. Escuchar sus historias y vivencias haciendo oído para entender su dialecto sirve para disfrutar de un turismo sostenible y cercano.
El punto más alto de la isla es una parte del anillo del volcán de Caldeirão, alcanzando el Monte dos Homens los 720 m de altitud.
Con el mar calmado, la excursión en barco alrededor de la isla es de obligado cumplimiento. La parada en calas y playas desde tierra inaccesibles, nos muestra ese Corvo escondido.
Los ornitólogos, biólogos y buceadores encuentran en Corvo un oasis perfecto para sus pasiones. Concretamente, el Caneiro dos Meros es una semireserva (creada a partir del acuerdo entre pescadores y buceadores), donde abundan los meros de gran tamaño, siendo una de las inmersiones más famosas de submarinismo de las Azores. Los caneiros son restos de coladas lávicas que después de atravesar la faja donde se asienta Vila Nova, quedaron sumergidos. Otros dos puntos sensacionales para el buceo son Baixa do Buraco y Gamela donde hay numerosas morenas.
Las excursiones de avistamiento de delfines y ballenas permiten disfrutas de los cetáceos mientras surcamos el océano atlántico. Mientras que si nos gusta volar, está la posibilidad de ver Corvo desde el cielo.
Vila Nova do Corvo
Nada hace intuir que Vila Nova de Corvo sea la población europea más pequeña que cuente con estatus de ciudad. Fue allá por 1832 cuando el rey portugués Pedro IV aprobó sus fueros en agradecimiento por la ayuda durante los conflictos entre liberales y absolutistas.
Hoy en día esta «ciudad» con alma de pueblo es el único centro habitado de la isla de Corvo. Su ubicación atiende a que se buscó la zona más llana de la isla, en realidad una antigua falda lávica (fajã, en portugués). La belleza reside en sus gentes, y en las casas con fachadas de piedra revestidas de blanco, y tejado rojizo (tejas que van sustituyendo las losas de piedra que se usaban antiguamente). En las puertas destacan las típicas cerraduras de madera construidas a mano por los artesanos locales. Si nos dejamos perder por sus estrechas calles (llamadas canadas) sin rumbo, es seguro que encontraremos rincones amables que se prestan a una fotografía, con suelos empedrados.
En el centro de Vila Nova la Iglesia de Nossa Senhora dos Milagres está dedicada a Nuestra Señora de los Milagros, patrona de la Isla de Corvo. De esta iglesia del siglo XVIII sobresale el crucifijo de marfil indoportugués, y la imagen flamenca renacentista, utilizada como advocación católica ante la razzia de piratas argelinos en 1632. Cada 15 de agosto se celebra la fiesta en honor de la patrona, con desfiles musicales por las calles de la población. En clave laica se festeja el Festival de los Molinos durante esos mismos días de agosto.
Caldeirão volcánico
Desde Vila Nova una carretera asciende hasta el cono del volcán, llamado Caldeirão volcánico. Los muros en las carreteras están salpicados con hortensias, y el paisaje verde lo rompen las cabañas (palheiros) de piedra basáltica utilizadas por los pastores para dejar aperos de labranza.
En el borde del cráter se halla el mirador de Monte Gordo, sensacional punto para disfrutar en silencio de la vista del Caldeirão. En el fondo del cráter la laguna se fragmenta en dos masas de agua de las que sobresalen pequeños conos. Apenas 300 metros separan el mirador de la laguna de colores verdosos, a la que podemos descender por un sendero. De forma elíptica, el perímetro es de 3.5 km de circunferencia. Morro dos Homens, es como decíamos el punto más elevado, con 720m., y recibe su nombre del uso como refugio y punto de vigilancia de los ataques corsarios.
La pendiente exterior del cráter es más pronunciada en las vertientes norte, este y oeste, mientras que en la sur, la suave inclinación y la orientación hacia el sol facilita el cultivo de vegetales como maíz incluso melones. Esta zona se utiliza también para el pasto, y como si de una alfombra se tratase, al final se encuentra la población de Vila Nova, a unos 6 km que se pueden hacer mediante una ruta de trekking.
Alto dos Moinhos
Ponta Negra está situada al sur del aeropuerto, y es un punto visitado para disfrutar del paisaje de molinos de viento, en el Alto dos Moinhos. Su estilo es mediterráneo, diferente a los que encontramos en el resto de islas.
Centro de Interpretación de Corvo
El Centro de Interpretación de Corvo también es muy interesante: aquí podréis conocer la historia de la isla. Una de las leyendas de Corvo es la de la Estatua Ecuestre, de un caballero a lomos de su caballo señalando al oeste, aludiendo a población anterior a la llegada de los portugueses, algo de lo que no hay evidencias arqueológicas.
Otras propuestas para conocer la isla
En la isla pasear es el entretenimiento clásico, siendo el paseo que va al Belvedere de Pão de Açúcar uno de los más frecuentados. Desde allí las vistas del promontorio rocoso que forma una isla-conocido como Pão de Açúcar -, la Vila do Corvo y de la vecina Isla de Flores sirven de momento cinematográfico hasta la puesta de sol. Otro de los itinerarios es el que conduce al Mirador do Portão.
En los días de sol los mejores lugares de baño como Playa da Areia y Porto da Casa sirven para refrescarnos y compartir conversaciones con los isleños.
Las especialidades de la gastronomía de Corvo son la Caldeirada de Peixe, el Feijao com cabeça do poco, las tortas de «erva patinha» (tortillas de algas), y por supuesto sus quesos (Queijo do Corvo).
CÓMO LLEGAR A CORVO
VUELOS
Al igual que el resto de las islas, Corvo cuenta con un pequeño aeropuerto cercano a la población de Vila Do Corvo. Fue construido en 1993 y sus dimensiones son mínimas, con una pequeña pista de 850 metros. Los únicos vuelos que llegan son los de la compañía SATA Air Açores, con conexiones a las islas de Flores, Horta y Terceira. En el caso de que queramos llegar desde otro aeropuerto de Europa, Portugal (Lisboa, Oporto o Faro) o el resto de islas, es necesaria al menos una escala previa.
FERRIES
Los únicos barcos que llegan son los ferries que enlazan Corvo con la isla de Flores. De modo que si queremos llegar por mar tendremos que ir primero a Flores y desde allí embarcar hacia Corvo. Los ferries funcionan durante todo el año, cubriendo los apenas 24 km que separan ambas islas. en una hora/una hora y media.
CÓMO MOVERSE
Corvo no cuenta con transporte público, y para moverse lo mejor es hacerlo en moto u coche de alquiler o bicicleta. En el caso de que optemos por alquilar un vehículo conviene hacerlo con tiempo ya que al ser una isla pequeña, los coches disponibles son pocos, sobre todo en verano cuando la demanda de turismo es mayor.
CLIMA Y TEMPERATURAS
El clima de Corvo apenas difiere del resto de las islas Azores, aunque con temperaturas algo más bajas, entre 14 °C en febrero a 20 °C en agosto. El viento define el carácter de Corvo y en torno al antiguo volcán se suele formar niebla.